sábado, 2 de enero de 2010

Visionarios del futuro

cuelgan en la pared de mi habitación, ya por años, como parte de un cartel inquietantemente hermoso del París de finales del siglo XIX. El texto es el siguiente:

"Les Prevoyants de L'Avenir
Fête des 10 Millions
Dimanche 13 Août 1893
Grande fête - de jour et de nuit
à 10 hr du soir - Feu d'Artifice
à 11 hr du soir - Embrasement de la Tour Eiffel
Entrée 0.50 fr donnant droit à un billet de tombola
au Champ de Mars
Voies de communications: Les Bateaux Parisiens, le Chemin de fer de ceinture, pouvant etre pris aux gares du Nord, de l'Est, de Lyon, d'Orleans et Saint Lazare. Tramways: Bastille-Porte Rapp, Bastille-Pont de l'Alma, Louvre-Versailles, la Villète-Trocadero, Montparnasse-Barrière de l'Etoile. Omnibus: Porte Saint Martin-Grenelle, Bastille-Ecole Militaire, etc."

La mía es copia a escala de una reproducción al tamaño, colgada junto a otras similares en el bar de mi querido restaurante Nou Candanchú. Ramona, su ama y señora, volvía de una visita a París con varias copias de esos carteles para regalarlas. Me dio a escoger entre ésa o la de una de Aristide Bruant con sombrero negro y bufanda roja, que está también colgada allí pero me inquieta menos. Y haber escogido la mía implicó llevar un poco de alegría a mi habitación: observo a menudo las escenas circenses que se llevaron a cabo aquel domingo 13 de agosto de 1893, con el fondo de la torre Eiffel en llamas y un globo aerostático al lado dominando el archiretratado paisaje de nubes tricolores de la ciudad. Me asombra siempre el detalle de los medios de transporte disponibles para llegar -cosa que aún se me antoja increíble para la época- pero hoy, en los ratos holgazanes en que un flâneur como yo descansa de la lectura de la biografía de Harpo Marx, me pregunté: ¿qué es, o eran, aquellos previsores de lo que vendría después?

Curioso, me metí a buscar. Resulta que Les Prevoyants de L'Avenir - Societé Civile de Retraités fondée en 1880 era una caja mutual de servidores civiles del gobierno, que organizó este evento celebrando haber alcanzado los diez millones de francos de capital social, y que hasta hace poco operaba bajo el nombre de Caisse Autonome de Retraite des Élus Locaux (CAREL) aunque parece haber cambiado ese nombre por una mala gestión administrativa. En vez de seguir encontrando detalles económicos que realmente me la traen floja, elijo dejar la búsqueda mutualista y hurgar en la historia del transporte público de París, porque se me ha cruzado por la cabeza la idea de alucinar cómo me movilizaría allí y entonces.

Los franceses, socialistas desde siempre, inventaron el transporte público en 1617. A un tal Nicolas Sauvage se le ocurrió abrir un depósito con veinte carruajes de alquiler, ancestros de los taxis, en la rue Saint Martin de Paris; como éste quedaba frente a un hotel -sí, ya existían allí- el servicio no tardó en darse a conocer, aunque en escala limitada. Pero fue Blas Pascal, el niño prodigio luego matemático y filósofo, quien hizo los primeros experimentos obteniendo un permiso del rey Luis XIV para explotar cinco líneas que partieran del palacio de Luxembourg a horas fijas. Una de ellas recorría gran parte de la ciudad por el Luxembourg, la Porte Saint-Antoine, Saint-Roch, Montmartre y la Bastilla. El servicio empezó el 18 de marzo de 1662 con una tarifa base de cinco soles, equivalente a medio kilo de ternera. Al ser el salario medio de la época de 8 soles diarios para un obrero manual, los nuevos nobles no soportaron la idea de tener que compartir carruaje con los comunes mortales e influyeron sobre las autoridades para que el servicio terminara, como sucedió pocos años después.

El sistema sólo volvería en 1828 -casi como lo conocemos ahora y ya dentro de los nuevos ideales de libertad, igualdad y fraternidad- de la mano de Stanislas Baudry, quien había probado su efectividad en Nantes, en forma de carruaje de veinte asientos tirado por caballos, por dos años antes de llevarlo a París. Por otro lado el tranvía urbano aparecería en 1871, sus hermanos a vapor en 1880 y los eléctricos en 1888; el tren circular urbano o chemin de fer de ceinture, que unía las puertas de acceso a la ciudad con el centro, funcionaba desde 1852, y les Bateaux Parisiens, los botes-mosca creados en los astilleros Félizate en 1863 para servir en Lyon y luego ser llevados a París, ya existían entonces y hasta hoy llevan a la gente arriba y abajo el Sena. Con todo esto ya estoy listo para viajar a 1893, transportándome cómodamente en la ciudad luz.

Conocer París -así como tener esta inexplicable afición por los medios de transporte de superficie y otros asuntos carentes de utilidad práctica- me permite imaginarme en semejante tránsito atemporal, sin que me importe saber cuál es el presente, el pasado o el futuro. Gracias, Ramona. Au revoir.

3 comentarios:

  1. Hola yo tengo ese mismo cuadro desde 1997 aproximadamente, siempre me habia intrigado su historia, es realmente fantastico leer que alguien investigo. Te agradezco mucho ..:: seguire guardando este cuadro con mas entusiasmo :)

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