lunes, 11 de enero de 2010

Malcolm McLaren

no fue el primero en usar el escándalo para imponer una moda. Dueño de la tienda Sex, con la cual vistió y apadrinó a los jóvenes borrachos que horrorizaron a la sociedad inglesa de 1976 -y de paso fundarían con ello el movimiento punk- como los Sex Pistols, McLaren fue sólo el siguiente de una lista de líderes de opinión.

Aquí Chico, Groucho, Harpo y el sombrero arman lío en A Night In The Opera (1935).

En 1797, un mercader textil llamado John Hetherington paseaba por el Strand londinense con un sombrero de seda negra, "una estructura alta y lustrosa, calculada para atemorizar a los tímidos." Se dice que las mujeres se desmayaron, varios niños gritaron e incluso unos perros dieron ladridos al verle, y que hasta un pequeño fue arrollado por una multitud que huía espantada del provocador Hetherington. La guardia urbana le detuvo, le hizo cargos por alteración de la tranquilidad pública e incitación al desorden y -aún asentando en el parte que "simplemente ejercía su derecho a aparecer con un tocado de diseño y elaboración propia, derecho el cual no se niega a ningún ciudadano inglés"- le detuvo en comisaría hasta completar el pago de 500 libras de multa.

La historia apareció en el Times de Londres en 1926 cuando un redactor principal, aunque escéptico, comentó que la anécdota podía ser por lo menos parcialmente cierta dada la poca visibilidad que tenía lo novedoso en la sociedad inglesa de finales del siglo XVIII. "Hay algo de envidiable en aquella descontrolada susceptibilidad a la emoción, que hizo al señor Hetherington un mártir de la causa del progreso", concluyó.

(Traducido y adaptado del blog de The Times Online de hoy: http://timesonline.typepad.com/timesarchive/2010/01/why-inventors-werent-always-hailed-as-heroes.html)

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