
La mano genial de Moustafa Chreiki en plena faena, esta misma tarde
Una historia gastronómica con genio y lámpara maravillosa
Fue por el año del señor 2002 –un señor año aquel– en que sentí hambre de comida intensa, hecha a mano, libre de plásticos y de cualquier cosa que la conservase. Viniendo de tierras sudamericanas, pletóricas de ardor culinario por donde se las mire, adquirí a gusto el uso y disfrute de la delicadeza mediterránea en la cocina local añadiendo, si se me pidiese, la promesa de mantenerlo. Pero mal haría en negarme a los sabores indómitos y penetrantes con que crecí, y por ese año me juré acercarme a los recuerdos que, a gritos y a cada rato, el paladar me pedía revivir. Así, durante un tiempo cualquier reproducción local de sazones conocidas para mí –presentadas a menudo por todo restaurante al que fui como “auténticas”, “de cultivo biológico” o “recién traídas” – fue puesta a juicio por el despiadado baremo de la experiencia gastronómica in situ, y sentenciada a la pena máxima que mis sufrientes papilas gustativas podían darle: borrarla de su lista de posibles fuentes de salvación. Este borrado era cada vez más habitual e indolente y me hacía, por momentos, considerar mi rendición ante la medianía alimenticia europea. Y en eso, un día apareció Musta, o todas las semanas desde entonces he seguido apareciendo yo donde él.
Mostafa Chreiki es un sirio de sonrisa permanente. Quizá ella le esconde las maletas llenas de esperanza y el rosario cargado de penas, dos piezas del equipaje que todo inmigrante factura a la fuerza en el corazón; quizá, porque no hay mucha manera de saberlo con el poco manejo del castellano que todavía tiene. Poco importa; salaam aleikum, dice y obliga a decir a quien tiene el acierto de entrar en su local. Y no hay más preámbulo: con el mismo genio de Serrat con la guitarra y de Messi con el balón, Musta empieza a hablar –cuchillo en una mano, espátula en la otra– en el idioma del shawarma que sólo él sabe hacer, sudando a mares en medio del desértico microclima que crea frente a los fogones de su cocina sonriendo hola amigo, dialogando consigo mismo en árabe catalán castellano inglés o da igual en qué mientras los presentes asistimos a su casi acrobática performance, esperando que los pitas llenos de vegetales, ternera y hummus
- ¿Cuánto? – me pregunta, por si estreno algún estúpido reparo dietético
- Métele todo el camello – respondo, sin vergüenza por mi vulgaridad
terminen pronto en cestitas personales de mimbre primero, y en nuestros ávidos paladares después. Finalmente, Musta me acerca el frasco del aderezo secreto, que se ha de frotar como lámpara para que de él empiece a salir la magia: una salsa picante intensa, larga y sabrosa, que amplifica el sabor de Damasco en la boca y que separa a principiantes de iniciados, a burgueses de aventureros, a timoratos de valientes. Y si tal expedición se cierra con la punzante dulzura de una baqlawa, ya es vida en estado puro lo que empieza a bajar por la propia garganta; más que otra cosa, es fuego que abrasa con sus llamas nuestras impurezas de común mortal.
Hoy, cáfilas de comensales se aglomeran pidiéndole a Musta el deleite de sus manos. Su caravana de la calle Mozart queda pequeña para fieles y consagrados, y su casbah nutritivo protege al burgués de la inmunodeficiencia gastronómica mientras yo le doy shukran, y él me devuelve afwan.
Que Alá permita a su genio seguir así, y a nosotros ir allí.
Mostafa Chreiki es un sirio de sonrisa permanente. Quizá ella le esconde las maletas llenas de esperanza y el rosario cargado de penas, dos piezas del equipaje que todo inmigrante factura a la fuerza en el corazón; quizá, porque no hay mucha manera de saberlo con el poco manejo del castellano que todavía tiene. Poco importa; salaam aleikum, dice y obliga a decir a quien tiene el acierto de entrar en su local. Y no hay más preámbulo: con el mismo genio de Serrat con la guitarra y de Messi con el balón, Musta empieza a hablar –cuchillo en una mano, espátula en la otra– en el idioma del shawarma que sólo él sabe hacer, sudando a mares en medio del desértico microclima que crea frente a los fogones de su cocina sonriendo hola amigo, dialogando consigo mismo en árabe catalán castellano inglés o da igual en qué mientras los presentes asistimos a su casi acrobática performance, esperando que los pitas llenos de vegetales, ternera y hummus
- ¿Cuánto? – me pregunta, por si estreno algún estúpido reparo dietético
- Métele todo el camello – respondo, sin vergüenza por mi vulgaridad
terminen pronto en cestitas personales de mimbre primero, y en nuestros ávidos paladares después. Finalmente, Musta me acerca el frasco del aderezo secreto, que se ha de frotar como lámpara para que de él empiece a salir la magia: una salsa picante intensa, larga y sabrosa, que amplifica el sabor de Damasco en la boca y que separa a principiantes de iniciados, a burgueses de aventureros, a timoratos de valientes. Y si tal expedición se cierra con la punzante dulzura de una baqlawa, ya es vida en estado puro lo que empieza a bajar por la propia garganta; más que otra cosa, es fuego que abrasa con sus llamas nuestras impurezas de común mortal.
Hoy, cáfilas de comensales se aglomeran pidiéndole a Musta el deleite de sus manos. Su caravana de la calle Mozart queda pequeña para fieles y consagrados, y su casbah nutritivo protege al burgués de la inmunodeficiencia gastronómica mientras yo le doy shukran, y él me devuelve afwan.
Que Alá permita a su genio seguir así, y a nosotros ir allí.
LA CARAVANA (AL-KAFELA)
C/ Mozart, 17
08012 Barcelona
Reservas: 93 415 17 17
¡Grande Musta!
ResponderEliminarMe alegra que hayas descubierto ese paraíso gastronómico, Alejandro, y que lo hayas descrito de manera tan suculenta.
Un abrazo, hermano.
Hola, Alejandro, acabo de crear una página en el Facebook sobre La Caravana (aquí te dejo el link por si te interesa: http://www.facebook.com/pages/La-caravana-AL-KAFELA/194423460586788) y la única foto que tengo, como podrás ver, es muy mala. Por eso quería preguntarte si puedo usar la imagen que tienes tú, claro, con el debido crédito :). La idea también es incluir links que me encuentre sobre los deliciosos kebabs del buen Musta.
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