miércoles, 2 de diciembre de 2009

Nello canta I Just Called To Say I Love You

con voz quebrada; ya quisiera la de Stevie Wonder tener los altibajos que la sub-versión vociferada por el guitarrista callejero exige a su trajinada garganta rumana. Retoza a su alrededor Linda, una hermosa perrilla negra sin raza que dejó las calles para recibir el calor de hogar que sólo un indigente puede ofrecerle en Barcelona.

Nello lleva una armónica cerca de la boca, colgada de su cuello gracias a un armatoste hecho de algún grueso cordel metálico sobrante; como pagando alquiler de tan original cobijo, Linda baila al enajenado compás que le tocan mientras niños asombrados y treintañeras en oferta sueltan gemidos de ternura. La letra de la canción está en el idioma que el oyente quiera o pueda entender, y la melodía en alguna clave que no ha conocido jamás la Motown; Nello vierte todo esto en sus labios y sus dedos, subvierte todo orden musical conocido y por conocer, y divierte a la plaza entera que, atónita, no puede dar crédito a lo que oye. Y la divertida plaza sonríe maquinalmente desde alguna parte del corazón entre el asombro y la lástima; un lugar que este loco de la colina, entrañable juglar posmoderno del barrio, claramente desconoce.

Más que cantarla, Nello ataca y viola tanto a la original del Estebancito Maravilla que el resultado sirve más para decir te odio, pero hay más cosas que han hecho detenerse a la plaza entera: el alegre desgarro de sus tonadas, la desfachatez de saber que todas las monedas que su mano recoja serán pocas para mejorar su mejorable vida, y que ni siquiera la falta de ellas le quita aquella amplia sonrisa en la cara

- Lo que pasa con esta gente es que es muy feliz, y no tiene dónde caerse muerta

ni las ganas de vivir así, contabilizando su vida de canción en canción más que de día en día. Los meses de sol, es decir casi todos en Barcelona, son propicios para su trabajo; los de verano lo son más porque hay más extranjeros en la ciudad, de ser esto posible. Y él sabe que con los extranjeros llega la costumbre de dar propina, que a pesar de los rumores no ha terminado aún de cundir en el público local. Aún así, alguien del barrio todavía le desliza una pequeña moneda para evitar que se arranque con su discurso–reclamo de miseria, que vendrá con sobrenombre casi ofensivo y aliento a noche inconclusa

- Inglaterro, malo Inglaterro ... ¡No Princesa Diana! ¡TÚ NO Princesa Diana!

de regalo para la infortunada turista -clonación de Jennifer López o Claudia Schiffer- que le niegue unas monedas, máxime si es rubia y habla inglés, entrada en carnes y años, y lleva un peinado que muestra incólume devoción por las revistas de peluquería.

Tamaña capacidad de comparación de sus oyentes con fotos de revista le valió a Nello, durante una de las hoy virulentas fiestas de Gràcia, una mala noche de verano. En su tránsito por las plazas del barrio, ya había dejado atónitas a las plazas de la Virreina y del Reloj, sus favoritas, y ya estaba en la plaza del Sol haciéndose con unas monedas aporreando la guitarra como no lo haría ni Pete Townshend. Ese sábado la plaza estaba febril y loca, como siempre en esa época del año, llena de plantones de estudiantes bebiendo cerveza y fumando chocolate para calmar el dolor de culo que produce el duro cemento, lo cual ya es un lujo si no hay dinero qué gastar en las cómodas terrazas circundantes. Linda había desaparecido y presuntamente muerto en una clínica veterinaria, donde fue llevada por uno de los superpatronos que tenía Nello en el supermercado de Travessera de Gràcia quien prefirió curar a la perra –que yacía, visiblemente enferma, a su lado mientras él cantaba anegado en llanto una sub-versión propia de Hotel California en la puerta del local– que darle una moneda a él. Nello contaba amargamente, en su media lengua, que el hombre se había llevado a Linda porque la quería para él, cosa difícil de entender para alguien que no fuese su amante dueño. Eso dio lugar a la aparición de Linda 2, una cocker spaniel mal cruzada que parecía no querer resignarse a su descastada suerte: no bailaba como Linda 1, desobedecía las toscas órdenes de su amo y se meaba en el trapo donde los transeúntes debían poner sus monedas, dejando claro que era él quien necesitaba de ella más que ella de él. Y esa relación de dependencia emocional era evidente en la plaza del Sol; Nello tocaba mirándola furiosamente con los ojos, mientras Linda 2 se cansaba de no dejarse acariciar por la gente que oía la descarga

- Joder, este sí que es punki

de aquella sacrílega sub-versión de quince minutos de Hotel California. Nada habría pasado si Linda 2 no se hubiese acercado a la furgoneta de la Guardia Urbana, como todas las noches de verano apostada en la esquina de la plaza en previsión de cualquier disturbio callejero con sabor a botellón. Linda 2 no tuvo mejor idea que descargar frenéticamente en Nello alguna ira contenida a ladrido pelado, pero frente a un guardia urbano grandísimo, fortachón y de cabeza rapada que ni siquiera se molestaba en mirarla. Vaya si Nello se molestaba en hacerlo; su gesto tenso mientras tocaba la guitarra explicaba que un urbano era la última persona a quien la perra de un inmigrante ilegal podía hacerle caras, y mientras pasaban los minutos el urbano iba entendiendo toda la situación que ya tenía entendida el guitarrista. Nello sudaba welcome to the hotel California LINDAAAAAAA ta ra rón di séis ta ra rón di séis LINDAAAAAAA y Linda 2 ladra que ladra al calvo, a quien ni sus colegas se atrevían a hacerle una broma al respecto por las malas pulgas que –se podía ver a metros de distancia- parecía tener. Pasaron pocos minutos más hasta que todo el público que estaba entre el rumano y la esquina llena de policías tuvieran una idea cabal de lo que pasaba, y la tensión acabó con Linda 2 meándose en las botas del grandullón, la carcajada general, el urbano haciendo volar por los aires a Linda 2 de una brutal patada, la peña abucheándolo, Nello saliendo sin pagar del hotel y de california para ir a calmar los aullidos de Linda, el urbano acercándosele mientras Nello acunaba en brazos al golpeado animal, Nello exponiendo la situación con el tono de voz de quienes alquilan su autoestima por una moneda para no morir de hambre, su documentación por favor en un tono que de pedir favor no tenía una mierda, silbatina general de desaprobación, mejores pulgas policiales mirando poco cómplices a las pulgas abusivas, Nello de rodillas pidiendo perdón entre lágrimas de dolor y aliento a cerveza, las pulgas urbanas intentando recordar a la gran pulga mala el buen rollito veraniego, el cachas que cede y retrocede, Nello que recoge guitarra y Linda

- Gracia, thank you, Patrono Number One... ¡¡BRUCE WILLIS!!

para salir despavorido con el urbano a la zaga, toda la plaza se caga de risa con el mote y se abre para que esquive al cancerbero por unos metros, pero al final pierde el equilibrio por tener los brazos ocupados de cariño y cae, para ser detenido por el bruce willis hijoputa que era de veras malo, malo malote donde los haya, Nello reducido esperando que le pongan las esposas, reducido a tan poco que en realidad bruce willis no tenía ya a quién ponérselas, no llores, ahora sí que te vas detenido a La Verneda.

Linda 2 terminó sus días bajo las ruedas del autobús número 24, que cruzó la Travessera por Gran de Gràcia cuando el semáforo estaba en rojo, o al menos eso era lo que se había forzado Nello a creer para evitar pensar que Linda 2 había recurrido al suicidio porque le sobresalía entre las patas traseras un pequeño miembro que lo hacía en realidad Lindo, prefiriendo morir como perro real antes que vivir como la perra imaginaria de nadie. Justo después de contarlo diciendo Linda vinticuatro semafóro pum a quien quisiera oírle, Nello bajaba la cabeza y se quedaba así, flor que se marchita de un golpe seco, metido en el personaje de la telenovela de sí mismo que la gente, y quizá él también, se cree para no ser presa de su propia soledad; para por lo menos tener alguien a quien llamar diciéndole I love you.

©2009 Alejandro Tellería. Todos los derechos reservados.

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