
Más que una gran banda de rock and roll, desde 1968 Rush ha sido símbolo de individualidad, libertad y desafío a lo establecido para el público que les ha seguido, pues ellos nunca buscaron agradar a nadie: con un artista de verdad, que cree ciegamente en lo que hace, mejor es no meterse.
Tengo en mi más alta estima a esta banda porque, aparte de haber disfrutado su música de la misma manera durante los últimos 30 años, siempre entendí las letras de Neil Peart como cuentos.
En The Analog Kid, canción del álbum Signals de 1982 posiblemente inspirada en un poema de Edgar Lee Masters llamado Jonathan Houghton, Peart cuenta el ensueño al que le llevó una chica de la que se enamoró en un campamento familiar en Canton, Ohio durante el verano de 1967. El llamar así a esta canción la hace complemantaria a Digital Man, otro corte del mismo trabajo que preconiza la borrega sociedad de la información en que vivimos ahora.
El Niño Análogo
Una mañana de agosto, calurosa y con viento
tiene a los árboles en constante movimiento
con un destello de hojas plateadas que se mecen en la brisa.
El niño yace en el césped con una navaja entre los dientes.
Una sensación vaga urge en su joven e inquieto corazón,
y una brillante visión anónima le hace desear marcharse.
Me mueves, me mueves.
Con tus edificios y tus ojos,
tus bosques de agosto y tus cielos de invierno.
Me mueves, me mueves.
Mar abierto y luces de la ciudad,
calles congestionadas y alturas de vértigo.
Me llamas, me llamas.
La niña de los ojos de fauno y piernas bronceadas
baila al borde de su sueño;
su voz le resuena en los oídos
como la música de las esferas.
El niño yace en el césped, inmóvil, mirando al cielo;
su madre empieza a llamarle mientras un halcón alza el vuelo.
El niño se quita la gorra de béisbol
y se tapa los ojos.
"Demasiadas manecillas en mi reloj, demasiados sentimientos;
demasiadas cosas llevo en la cabeza...
cuando me voy no sé lo que espero encontrar,
cuando me voy no sé lo que dejo atrás..."
Hombre Digital
Su mundo está bajo observación.
Monitorizamos su estación con los rostros y lugares
de donde recoge sus puntos de vista.
Recoge trozos de conversación, de radio y de radiación
de bailarines y charlatanes
que tienen respuestas, pero no tienen ni idea.
Le encantaría pasar la noche en Zion
y ha estado un buen rato en Babilonia.
Desearía usar las alas de una amante para volar
a la isla tropical de Avalon.
Su mundo está anestesiado,
subdividido y sintetizado.
Su fe puesta en los gigantes,
y en la ciencia de cada día.
Recoge trozos de información,
es un adepto de la adaptación
porque para los extraños y los creadores
el cambio constante llegó para quedarse.
Tiene un campo de fuerza y un plan flexible,
tiene una cita con el destino en un coche negro.
Pulsa el botón de avance rápido a todo lo que da
pero no necesita de una cama; es un hombre digital.